Para mi hija y la tuya.
Me topé con un artículo del Huffington Post llamado “How to talk to your daughter about her body” de Sarah Koppelkam. Y me llamo mucha la atención. Porque justo hace unos días escuché un comentario de una madre a su hija que me dejó sin palabras- y pasa constantemente. Son sorprendentes los comentarios de madres (e incluso abuelas) hacia sus hijas sobre su imagen, su “gordura” y qué comer.
Niñas de 12 años están contando calorías. Niñas de 9 años están a “dieta”- la excusa de las madres es enseñarles disciplina. Pero ¿lo es?
O es la frustración de las propias madres en querer hijas “perfectas”, con cuerpos “perfectos”- pero ¿es esto perfección?

Abre los ojos, mami. El comer no debe ser una disciplina de restricciones y control. Comer es una experiencia de placer. Y si lo hacemos bien, el cuerpo responde y funciona correctamente. Casi como un instinto. Le están enseñando a sus hijas a tener una relación horrible con la comida. La comida es la fuente de vida! La comida no es el enemigo. Solamente estar todo el día pensando en qué comer o qué no comer causa estrés, que es una de las principales causas de ganar peso y no poder bajarlo. El estrés actúa sobre nuestro metabolismo y lo vuelve menos eficiente. Nos daña la regulación de insulina, y causa un desbalance en hormonas importantísimas para la regulación del peso. Incluso excretamos nutrientes al estar bajo estrés.
La cultura y el "media" nos bombardea con imágenes y mensajes que nos dicen cómo ser o cómo vernos. Imágenes que muchas veces no son ni siquiera reales. Y para una niña, es fácil dejarse llevar por esto ya que están en formación y buscan aprobación de sus padres y todos los demás. Pero principalmente, de los padres. Lo que TÚ le dices a tu hija, es lo más importante para ella. Y es por eso que debes comunicarle a tu hija que apruebas de quién es, que estás feliz con ella por dentro y por fuera. Si tu hija siente que no es suficiente para tí, que algo le falta para que estes feliz con ella, entonces menos va a querer comer saludable, ni cuidar su cuerpo. Porque si ella no es suficiente para su propia madre ¿Como lo va a ser para ella misma? Debes recordarle todos los días que la amas. Y acuérdale que es bella, tal y como es. Coméntale sobre su belleza: sobre sus ojos, sus deditos, cómo brilla su pelo con el sol, sus movimientos. Exponle cositas insignificantes. Encuentra la belleza también en sus detalles.

No le digas nunca a tu hija que está gorda. Enséñale a comer saludable. Eres el ejemplo. Ella aprende de ti. Repítele una y otra vez que comer saludable es sinónimo de belleza, porque lo es. Repítele que la comida de calidad es la que la va a dar energía para hacer las cosas que le gustan. Sí, es verdad, la mayoría del tiempo va a preferir las pastillas que la fruta, pero si le repites de una manera sutil y gentil, y le das el ejemplo, ella eventualmente te va a escuchar.
No le hables mal de tu cuerpo a tu hija. Ni del cuerpo de nadie más. Al contrario. Párate en un espejo y muéstrale a tu hija cosas de ti que te gustan. Enséñale a quererse a sí misma. A encontrar su propia definición de lo que es belleza. Recuérdale que las opiniones de los demás no importan. La gente más feliz en este mundo es inmune a la opinión de los demás.
Todas somos diferentes. No todas nacimos para ser talla 0. Para una persona puede ser súper saludable y para otra no. Déjala ser. Y pon las prioridades en orden. Como dice el artículo “Remind your daughter that the best thing she can do with her body is to use it to mobilize her beautiful soul”. Dale las herramientas para que tenga un alma hermosa. Para que sea una buena persona. Y para que cuando ella tenga una hija, la críe para que sea feliz consigo, no importa qué.
Niñas que se sienten feas, niñas que están a dieta, niñas contando calorías… Esto no es una definición de una niña saludable. Es obvio que vivimos en un mundo que necesita ayuda en cómo criar niñas con una relación saludable hacia el cuerpo y la salud. Pero es más obvio todavía que el problema no son las niñas, sino las madres. Ten el coraje de curar tu propia relación con la comida y tu imagen a través de tu hija. Hazlo con amor. Y con palabras de cariño, apoyo y de respeto. Tal vez, esas palabras que hubieses querido que te dijeran a ti.
